La Magia y el Arco - La Hoja de Arce, Primer Ciclo - Capítulo 1

CUANDO EL DIA ESCAPA DE LA RUTINA

     –Larian… ¡Larian! ¡Levántate! El sol ya asomó y no quiero llegar tarde a la ceremonia...
     Las mismas palabras se repetían una y otra vez, y la única respuesta era una serie de gruñidos incomprensibles. Al cuarto llamado, los gruñidos dejaron paso a un bostezo descomunal, y Larian, por fin, abrió los ojos. Se sentó sobre la cama, estiró sus brazos por sobre su cabeza y, aún somnolienta, se dirigió al cuarto de aseo en donde la aguardaba una tina con agua caliente. Una vez bañada, vestida y sobre todo, despierta, se dirigió a la cocina a desayunar.
     –¡Buen día, tía!
     Myrnah, la susodicha, ya estaba allí sirviendo el desayuno. En realidad no era su tía, sino una prima lejana de su padre. Pero Larian le había tomado tanto afecto que la llamaba cariñosamente "tía".

     Tan enérgica como locuaz, Myrnah compensaba su baja estatura y sus kilos de más con una fuerte actitud. Hasta sus cálidos ojos castaños contrastaban con su severo rodete de cabello negro. Algunas de sus manías eran exageradas, ciertamente, pero Larian las soportaba porque no las hacía de mala fe.      Por el contrario, siempre se había preocupado por su bienestar.
     –Larian... ¡Tu pelo! –dijo Myrnah cuando la joven se sentó.
     “Primera reacción exagerada del día...” pensó Larian, riendo.
     Su tía se tomaba su propio envejecimiento y sus canas con un dejo de ironía. Y a Larian le hubiera encantado que a ella le dejara el mismo margen de despreocupación...
     –¡Jamás había visto un cabello tan bonito pero tan descuidado...! –prosiguió Myrnah–. En poco tiempo serás una hermosa señorita, y tendrás que dedicarle más tiempo a tu aspecto...
     Larian dejó escapar una paciente sonrisa mientras su tía metía mano en su cabello.
     Myrnah llevaba tiempo haciendo ese tipo de comentarios: que sería una doncella muy hermosa, que sería el centro de las miradas, que debía brindarle más atención a su aspecto, que debía trabajar más en sus modales... Era una larga lista de acotaciones sobre cuidados varios...
     A sus doce años, Larian comenzaba a darle razón a las palabras de su tía: su rostro ya mostraba rasgos que la convertirían en una joven muy bonita, con la atractiva fisonomía de su herencia élfica. Tenía ojos almendrados de color avellana, y unas orejas puntiagudas muy bonitas, más élficas que humanas. Pero su rasgo mas característico era su cabello: lacio, de color negro intenso y largo hasta su cintura, con un mechón de color plateado que nacía desde la parte izquierda de su frente.
     Eso sí, Myrnah también insistía en que era muy menuda para su edad, pero ello tenía a Larian sin cuidado. Es más, siempre agradeció su escasa talla, pues de pequeña fue muy traviesa y más de una vez recurrió a lugares insólitos para esconderse y escapar de algún castigo.
     Pero las travesuras fueron quedando atrás. De hecho, Larian no podía creer que ya hubiera pasado tanto tiempo. No recordaba la muerte de sus padres, ni a las familias que la cuidaron previamente, pero recordaba el día que llegó a manos de Myrnah. Sólo tenía cuatro años y se sentía intimidada por la gran ciudad, pero el cariño que le mostró su tía fue suficiente para alejar sus miedos.
     La mujer, a pesar de sus limitados recursos, se esmeró en educarla. Explotó el interés de Larian en la pintura y en la lectura, y logró inculcarle el gusto por la música. Ella misma le enseñó a usar la mandolina, un instrumento de ocho cuerdas y fino sonido. Larian descubrió que le gustaba la música e incluso se animaba a cantar cuando tenía certeza de que nadie la escuchaba.
     La ciudad de Stonish, capital del reino de Ermegoth, pasaría a ser no sólo su nuevo hogar, sino también su refugio. La plaza central y el distrito comercial se convertirían en sus lugares favoritos para pasear, pero todo cambió al conocer la biblioteca. Los libros llamaron poderosamente su atención, lo que, sumado a su natural curiosidad, hacía que pasara horas leyendo sin tener en cuenta el paso del tiempo. Una vez, incluso, se quedó encerrada en el edificio después de la hora de cierre, y tuvo que esperar al día siguiente a ser rescatada por los guardias. Recordaba que hizo un esfuerzo enorme para tranquilizar a su tía, asustada por su desaparición... Aún así, éstas cosas no amilanaron a Larian, porque se había topado con información nueva: en los libros conoció las hazañas de sus padres.
     Myrnah había hecho el esfuerzo de explicarle quiénes habían sido Bargan y Arfidiel, pero no era muy ducha en eso de contar historias. En realidad, no tuvo mucho contacto con Bargan, y jamás conoció a Arfidiel, pero hablaba de ellos con mucho respeto. Larian lamentaba no saber mucho más y comenzó a encontrar consuelo en los libros, que la sumergían en un mundo de historias y hazañas cautivantes. Pero también tropezó con algo que jamás había escuchado: “El error de Bargan y Arfidiel”.
     Nadie sabía de qué se trataba, los libros no tenían detalles sobre eso y la gente la miraba con desconfianza cuando preguntaba sobre el asunto. Larian recorrió la biblioteca de punta a punta y no encontró absolutamente nada. Decidida a no perder la cabeza, se convenció de que las cosas se sabrían en el momento adecuado. Pero a medida que crecía, la gente comenzaba a reconocer a la hija de Bargan y Arfidiel. Para sorpresa de Larian, muchos desconocidos la saludaban con respeto. Pero había otros que la señalaban y hasta le lanzaban miradas de disgusto.
     –Tus padres ayudaron a mucha gente mientras estuvieron vivos –le decía Myrnah–. Debes sentirte orgullosa de todo lo que hicieron. Se dice que cometieron un error imperdonable y eso los condenó, pero tú no tienes culpa de nada, pequeña. Si la gente ve reflejado en tí ese error, no es problema tuyo, es problema de esa gente y la estupidez que llevan a cuestas. Sólo tienes que ignorarlos…
     A Larian le hubiera encantado saber a qué se referían...
     ¿Era tan terrible lo que habían hecho...? ¿Tanto daño habían causado...?
     Había algo contradictorio en todo eso, ya que mucha gente desconocida le saludaba con respeto sólo por ser la hija de Bargan y Arfidiel. Y eso le decía que sus padres no fueron malos...
     Pero el tiempo había pasado y Larian no había averiguado mucho más, así que hizo el esfuerzo por no perder la cabeza. Por el momento, su preocupación más inmediata era la famosa “ceremonia” a la que su tía estaba haciendo referencia.
     La ceremonia era un acto que se iba a llevar a cabo en la academia La Hoja de Arce, una especie de colegio encargado de formar y educar a los jóvenes más prometedores del continente. Myrnah adoraba asistir al acto inaugural de cada año, ya que los héroes más célebres del reino eran egresados de dicha academia. Por ello, la misma tenía gran renombre y se consideraba todo un honor poder ingresar a ella como alumno. Larian estaba cansada de pasar por lo mismo todos los años, pero no podía negarse a asistir: hacerlo sería inútil, y hasta podría llevarse algún castigo por parte de Myrnah...
     Apuró su desayuno y, poco después, ambas iban caminando hacia la puerta sur de Stonish.
     La academia estaba en las afueras de la ciudad, a poca distancia de la mencionada puerta, pero llegar hasta ella se convertía en una rutina incómoda. De hecho, movilizarse hasta cualquier parte de la ciudad era una tarea fatigosa. Se vivían tiempos hostiles, y la gran cantidad de soldados presentes entorpecía mucho el paso. Tres años atrás había dado inicio a un conflicto entre el reino aliado de Ferskran, al sur, y una tiranía gobernante en Intiarack, lugar que no tenía precisamente la mejor de las famas. Y aunque la zona de conflicto estaba lejos, se temían algunas escaramuzas en las cercanías del reino: las precauciones tomadas nunca estaban de más.  
      Además, Larian seguía cruzándose con gente que la reconocía. Estos desconocidos la saludaban con gentileza, pero no faltaba alguno que la miraba con desprecio. Con el tiempo, y con los consejos de su tía, había aprendido a ignorarlos. Pero la misma pregunta volvía una y otra vez a su cabeza... ¿Cuál había sido el error de sus padres...?
     "No te preocupes",  solía decirse a sí misma,  "ya encontrarás la respuesta algún día… "
     –¡Larian!
     La joven se sobresaltó. Sumergida en sus propios pensamientos, no se había dado cuenta que habían dejado atrás la puerta y se acercaban a la academia. Pero eso no era lo grave, sino el hecho de que no estaba prestando atención al camino: ver sus botitas manchadas de barro fue suficiente para entender el grito de su Myrnah.
     –Lo siento, tía...
     –¿Otra vez te perdiste en tus pensamientos...? –rezongó Myrnah haciendo una mueca–. Más vale que despiertes, o atropellarás a las autoridades de la academia…
     La joven sonrió, despejó su cabeza y se concentró en lo que tenía delante. Había mucha gente reunida en la entrada, pero ella se dedicó a contemplar la imponente mole del edificio.
     La estructura de la academia se levantaba sobre una colina cercana a la ciudad, y parecía más un castillo pequeño que una academia. Sobre una enorme base de piedra se levantaban unas murallas macizas e imponentes, y el color gris de las mismas no ocultaban su majestuosidad.
     La única puerta de entrada estaba adornada por columnas finamente talladas que continuaban hacia el interior. Los tallados eran bajorrelieves que representaban algunas de las gestas heroicas mas reconocidas del reino.
     Uno de los grabados llamó poderosamente la atención de la joven: había visto la academia muchas veces pero siempre descubría nuevos detalles que despertaban su fascinación. Larian dejó atrás a su tía y se acercó al mural para apreciarlo mejor. Representaba a tres figuras enzarzadas en combate. Una de ellas parecía un gigante de tres cabezas, que luchaba contra dos oponentes, un humano con espada y escudo, y una elfa que parecía estar lanzando un hechizo. Tardó un poco en darse cuenta que estaba contemplando a sus mismísimos padres y la emoción la embargó. 
     –Impresionante... ¿No?
     Larian se sobresaltó y se volvió para ver quién la había sorprendido.
     –Lo siento, no quise asustarte, pero te ví contemplando ese grabado con tanta intensidad... Se me hizo imposible no comentar algo…
     La que hablaba era una elfa de ojos celestes y cabello violeta con mechones lilas, más alta que Larian pero de edad insondable. Llevaba un exquisito vestido de color azul claro que hacía juego con sus ojos, una capa de viaje engalanada con piedras preciosas y unas botas de viaje impecables, tan  limpias que no parecían tener uso. Llevaba a su espalda una ballesta adornada con diferentes tallados y dibujos, una aljaba con virotes, una bolsa que colgaba de un hombro y una pequeña arpa.
     Larian no respondió. La voz de la elfa sonaba tan agradable que de pronto le dio vergüenza su propia voz, como así también su propio aspecto.
     Para colmo, la elfa la miraba fijamente: aunque seguía sonriendo, Larian tuvo la impresión de que esos ojos celestes podían ver dentro suyo…   
     Abrió la boca para contestar, pero antes de articular palabra la mano de la elfa se apoyó sobre el mural, recorriendo con los dedos el grabado que representaba a sus padres y al gigante.  
     –Una gran batalla, Larian –dijo al fin–. Parecía que sólo un ejército podría parar a ese monstruo, pero tus padres lograron una victoria imposible, digna de grandes héroes.
     La semielfa cerró la boca, al tiempo que abría mucho sus ojos... ¿Cómo sabía su nombre…? O mejor dicho...  ¿Cómo sabía quién era ella… ?
     –No hace falta ser adivina para saber quién eres, Larian OjosProfundos. Tu cabello te delata. Y ese grabado, además, corresponde a un combate que mantuvieron tus padres hace muchos años. Por eso lo contemplabas…  ¿Me equivoco?
     –Al principio no sabía que era de mis padres... –respondió la semielfa, con timidez– ...pero está en lo cierto. Me quedé mirándolo al reconocerlos...
     La elfa sonrió con gentileza y le tendió una delicada mano, que Larian estrechó con torpeza.  
     –Mi nombre es Ylandra, Ylandra LuzBrillante. Es un gusto conocerte, Larian... ¿Hoy es tu ingreso a la academia?
     Los ojos de Larian volvieron a abrirse como platos... ¿Ingreso...? ¿A qué se refería...? Intentó decir algo para sacar a la elfa de su error, pero sólo le salió una mueca de confusión.
     –No, no... Sólo… Sólo estoy acompañando a mi...
     –Tus padres estarían orgullosos…
     Repentinamente, Larian notó que Ylandra se refería a sus padres en un tono diferente al que había escuchado hasta entonces. Un tono de respeto, pero intensamente afectuoso. Su confusión dió lugar a una cierta tranquilidad y la elfa pareció darse cuenta del cambio pues sonrió con más intensidad. Larian abrió su boca, la cerró y volvió a abrirla, como si le costara encontrar las palabras. 
     –Usted... ¿Usted ha conocido a mis padres?
     –No, pero ojalá lo hubiera hecho. En mis tierras se cantan sus hazañas y esos cantos son, en parte, responsables de mi profesión. Es una pena no haberlos conocido... Entre otras cosas, me dedico a juntar relatos de ellos para escribir un libro que los vuelva a poner en su lugar.
     El corazón de Larian pareció salirse de su pecho…
     –Entonces… ¿Entonces conoce algo sobre lo que hicieron? –preguntó, esperanzada–. ¿Conoce algo sobre ese error que los condenó?
     Por primera vez, el rostro de Ylandra se apagó. Aún sonreía, pero ya no tenía la resplandeciente sonrisa de antes. Sus ojos parecían reflejar una infinita tristeza.
     –No puedo responder a esa pregunta, Larian. No conozco todos los detalles de lo que ocurrido... Aún así, no sería yo la persona adecuada para hablarte de ello. Pero no te preocupes, todo saldrá a la luz en su momento...
     –Es que… Nadie parece saber que pasó. Y aún así hay gente que habla mal de ellos y también de mí, pero no tengo idea del por qué… –Larian notó que Ylandra volvía a apoyar sus estilizados dedos sobre el bajorrelieve. Tenía sus labios entreabiertos y parecía meditar lo que iba a decir…
     –Solo te puedo decir una cosa: ellos fueron grandes personas y debes sentirte orgullosa de lo que hicieron. No tienen que importarte sus errores porque todos, tarde o temprano, cometemos errores. Mis padres viven gracias a tus padres… –la semielfa volvió a abrir sus ojos pero Ylandra pareció no darse cuenta–. Por eso les tenemos un gran respeto. Además, si no los tendría en estima, no hubiese gastado tantas energías en hacer un mural tan bonito ¿No te parece?
     Larian bajó sus ojos y descubrió la firma en relieve que llevaba el mural. Efectivamente decía "Ylandra LuzBrillante". Se preguntó cómo es que no la había visto antes y levantó la cabeza, pero la elfa ya no estaba allí…
     Intentó mirar por sobre el mar de gente que entraba a la academia y, por primera vez en su vida, maldijo su baja estatura. Al no poder divisarla se quedó allí, pensando en lo que habían hablado.
     Perdida en sus pensamientos no se dio cuenta que su tía la había alcanzado y le comentaba algo acerca de entrar al edificio. Larian se obligó a olvidar sus inquietudes para no tropezarse con nadie y se dedicó a seguir a Myrnah sin chistar. 


     La ceremonia de ese año le pareció de lo más aburrido que haya presenciado en su vida, aunque no variaba mucho de las ceremonias anteriores. Y a Larian le costaba reprimir los bostezos...
     Para colmo, las costillas le dolían terriblemente. Su tía le había propinado una incierta cantidad de codazos con tal que se mantenga atenta…
     En esos mismos momentos se encontraban en una sala grande repleta de gente. Justo delante de ellas se ubicaba el estrado con una larga mesa encima, y en la misma estaban sentados los que parecían las autoridades de la academia. Larian vio a Ylandra LuzBrillante entre ellos. No sabía que ella pertenecía a la academia, aunque debería haberlo deducido después de ver su firma en el mural...
     Un hombre alto y viejo de porte orgulloso, que Larian sabía era el director del colegio, estaba finalizando un largo (y aburrido) discurso de bienvenida a los nuevos alumnos. En la ceremonia, éstos recibirían una capa distintiva que los identificaría como estudiantes de La Hoja de Arce.
     Era una capa muy vistosa, de color azul intenso y con bordes dorados, que estaba unida a una capelina de iguales colores. Dos botones unidos por un cordel, también en color dorado, completaban el juego. La semielfa se preguntó que clase de tela sería, ya que parecía muy suave a la vista.
     El director estaba hablando acerca de la importancia que tenía la formación de los jóvenes, pero Larian, perdiendo otra vez el interés, puso los ojos en blanco y dejó escapar otro bostezo. No veía la hora de volver a su casa y seguir leyendo sus libros. Quién sabe, tal vez encontrara algún detalle nuevo referente a sus padres... ¿Qué había dicho Ylandra acerca de los errores...?
     –¡Ay!
     Larian sintió un agudo dolor en sus costillas y al levantar la vista descubrió la mirada de reproche de Myrnah. Mientras se frotaba el costado, y para evitar el enojo de su tía (las costillas tenían un límite, después de todo...) la joven se obligó a observar el resto de la ceremonia .
     Y, por primera vez desde que empezó el acto, escuchó algo que le llamó la atención. Algo referente a los hijos y nietos de antiguos héroes que seguían orgullosamente el camino de sus antecesores. El que hablaba ahora era un laani rechoncho, de brillante piel rojiza, cabello cano y largo, y vestido con una llamativa túnica de colores chillones.
     "Debe ser uno de los arcanos de la academia", pensó Larian.
     Había leído que los laanis, una pequeña raza originaria de las Tierras Perdidas, eran bienvenidos en muchas partes del mundo gracias a su talento con las artes arcanas. El laani sostenía un pergamino en la mano. Lo desenrrolló hábilmente con un pomposo gesto y dio comienzo a la lectura de varios nombres:
     –Drugan Arbeleth.
     Un muchacho humano de la edad de Larian, visiblemente nervioso y sonrojado, se puso de pie y se acercó al estrado en donde el laani lo aguardaba con una sonrisa. Un grupo de personas aplaudía al joven que, una vez en el estrado recibió la capa distintiva de la academia de las mismas manos del director. Tras saludarlo con un fugaz apretón de manos, el chico regresó a su lugar en medio de los aplausos de los suyos y se sentó. Parecía avergonzarse de haber sido el centro de atención. El laani volvió a bajar la vista al pergamino y…
     –Lilith Beckerby.
     Esta vez se puso de pie una chica humana de cabello rubio intenso, quién se acercó al estrado con paso firme para recibir su capa de parte del director. Tras estrecharle la mano, volvió a su lugar mientras era aplaudida por los que, a juzgar por su color de pelo, eran sus familiares.
     Al sentarse, la muchacha dejó de lado su cara seria y la cambió por una extensa sonrisa, mientras era saludada por varias de las personas que la rodeaban. El laani volvió a bajar su vista al pergamino y siguió con la lectura de otros nombres.
     “¿Beckerby...? Beckerby... Ese apellido me suena de algún lado...”
     Larian notó que otros apellidos, a medida que el laani los iba mencionando, también le resultaban familiares. Y tras forzar un poco su memoria, cayó en la cuenta que eran apellidos de personas que habían prestado servicios a diferentes reinos. Reconoció otro de los apellidos como el de un héroe enano que aún seguía al frente de uno de los ejércitos del reino de Ermegoth. Entonces, la semielfa comprendió que algunos de éstos jóvenes eran descendientes de éstas personas importantes, y tendrían la posibilidad de mostrar sus habilidades para seguir los pasos de sus antecesores.
     Con un dejo de tristeza, Larian pensó en sus padres. Se preguntó cómo habría sido su vida si hubiesen tenido la oportunidad de crecer juntos. Pero, de algún modo, supo que ellos la acompañarían por siempre a pesar de no estar presentes. Una lágrima pugnó por salir de sus ojos, pero la semielfa la reprimió y siguió prestando atención a la ceremonia.
     –Kim, Tamy y Leyla Muramar.
     Esta vez se pusieron de pie tres humanas increíblemente idénticas. Eran aún mas bajitas que Larian, de cara risueña con pecas y cabello rizado de color castaño. El parecido entre ellas era increíble, salvo por un detalle: una de ellas era un poco más bajita que las otras dos. Y, a diferencia de los otros presentes, sus ropas eran sencillas y humildes
     Las trillizas se acercaron al estrado en medio de los aplausos. Estrecharon la mano del director… Y luego estrecharon aparatosamente ambas manos del laani al mismo tiempo (a quién se le cayó el pergamino) para luego volver a estrechar las manos del director...
     La carcajada fue general y las risas taparon los aplausos. El mismo director reía con ganas y festejaba la ocurrencia de las chicas como si fuera un niño más.
     Las trillizas regresaron a sus lugares, pero sin llevarse las capas. El laani intentó acercarse para entregárselas, pero las chicas hicieron unos extraños movimientos con las manos, mientras recitaban una palabras indescifrables.
     Para sorpresa de todos los presentes, las capas escaparon de las manos del laani y volaron directamente a las manos de las chicas... Una de las capas, la de la más pequeña de las trillizas, llegó a destiempo. Un considerable silencio invadió la sala, que al momento siguiente se llenó con unos aplausos tan estridentes que podrían llegar a escucharse al otro lado del Mar Confinado.
     Larian estaba fascinada...
     Jamás había visto que personas tan pequeñas pudieran manipular ese extraño arte llamado magia. Siguió con la mirada a las chicas, quienes se sentaron y fueron abrazadas afectuosamente por un muchacho negro que parecía a punto de desternillarse de risa. A la derecha de las chicas estaba de pie un joven con gran parecido a ellas, de brazos cruzados, que las miraba con una sonrisa torcida.
     Por alguna razón, a Larian le pareció atractivo...
     Detrás de las trillizas se encontraba un hombre de unos cincuenta años, bajito, de rostro cándido y pasado de peso. El hombre se agachó, abrazó a las trillizas y las besó ruidosamente en las mejillas.
     Pero un momento después, el hombre posó sus ojos en ella. Y Larian se extrañó cuando el hombre le sonrió y la saludó con una leve inclinación de su cabeza.
     La joven no salía de su asombro ante la actitud de ese desconocido. Después de todo, no recordaba haberlo visto en su vida. Dirigió una mirada interrogante hacia su tía, que aplaudía a rabiar el acto mágico presenciado.
     –¿Mmm...? ¿Si, Larian...?
     –Tía, el señor que acaba de besar a las trillizas… ¿Lo conoces de algún lugar?
     Myrnah, aún aplaudiendo, prestó atención al individuo que señalaba Larian. Su rostro no mostró ni la mas mínima señal de reconocimiento, pero no pudo evitar una mueca al notar tanto polvo del camino en las ropas del hombre.
     –No, no lo conozco... ¿Por qué lo preguntas...?
     –No es nada, tía…
     Por algún motivo, Larian tenía la impresión de conocer aquel rostro. De hecho, el apellido Muramar también le sonaba y se exprimió los sesos intentando hacer memoria. Pero el bullicio en la sala no la dejaba pensar con claridad, ya que la gente aún comentaba el acto de las trillizas. Y como el hombre no volvió a mirarla, decidió olvidar el asunto antes que su tía la acusara de no prestar atención.
     –Lina Nerosti... –prosiguió el laani, leyendo su pergamino. Una pequeña laani de abundante cabello negro se puso de pié y se acercó al estrado.
     "Ya me voy a acordar" se dijo Larian. "Estoy segura que conozco ese apellido de algún lado, tan segura como que me llamo Larian OjosProfundos..."
     –Larian OjosProfundos...
     "Tal vez encuentre algo de información en mis libros. Tal vez leí algo sobre él y no le presté atención, porque si las chicas resultan ser hijas de un héroe, supongo que el héroe será ese señor que me estaba saludandooommm… "
     Larian lanzó un bostezo descomunal, pero no podría haber elegido peor momento para hacerlo...
     Después de todo, la habían nombrado a ella y varias personas la miraban con curiosidad.
     –Larian OjosProfundos... –repitió la voz del laani.
     Myrnah le lanzó otro codazo justo en el momento en que Larian intentaba disimular su bostezo. Lo único que hizo ese golpe fue dejarla sin respiración... Y en su desesperación por respirar, se atragantó con una bocanada de aire... Comenzó a toser aparatosamente mientras se esforzaba por mirar a su tía ¿Por qué la estaban llamando a ella…?
     Su tía le dio una respuesta que jamás habría esperado...
     –Estás en la academia, Larian.  Eres alumna de La Hoja de Arce...

© Osiris Marcos Amarilla 2016


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