La Magia y el Arco - La Hoja de Arce, Primer Ciclo - Capítulo 3

COMIENZOS

     Esa misma tarde fue la más tortuosa que Larian hubiese recordado vivir. Cada alumno debía llevar un nutrido bolso con ropa, elementos de aseo personal y materiales de estudio que necesitarían para la academia. Algunos materiales no los tenían en casa, así que Myrnah se pasó la tarde recorriendo el mercado para conseguir pergaminos, viales de tinta, plumas y otros objetos. Larian, en tanto, preparó parte de su ropa y otros elementos.
     Durante la breve pausa que hicieron para cenar, la semielfa le recriminó por no avisarle con tiempo suficiente: aún debía preparar muchas cosas.
     –Tu ingreso era una sorpresa, Larian... ¡Si te hubiera avisado no habría sido una sorpresa!
     –Pero nos estamos volviendo locas... ¡Podrías haber comprado algunas cosas y ocultármelas!
     –Te crié desde pequeña y conozco tu curiosidad, Larian... ¡Apuesto a que te darías cuenta de lo que hacía...! ¡Y no quería llamar tu atención...!
     –Basta, tía... ¡Estás hablando como una de tus amigas viejas...!
     –¡Y tú eres igual de gritona que tu padre...!
     A pesar de las rencillas, ambas lograron juntar todos los elementos necesarios.
     Temprano al día siguiente, estaban de vuelta en La Hoja de Arce. Era Mardin, el segundo día de la pentana, y una serie de nubes oscuras indicaba que llovería en pocas horas. Larian apartó la vista del cielo y notó que ya había gente en la entrada de la academia.
     El personal de servicio estaba atareado recibiendo a los recién llegados. Los hacían pasar a la sala dónde el día anterior se había realizado la ceremonia, y también recogían el equipaje de los futuros alumnos. Uno de los dependientes, un humano amable y de mediana edad llamado Fario Smith, recibió las bolsas de Larian. Le dijo que las mismas estarían a su disposición cuando iniciaran las clases, una vez que ella esté instalada en alguna de las habitaciones para alumnos.
     –Tía, me dicen que voy a necesitar mis cosas recién cuando me instale en la academia. Entonces, no era necesario correr tanto para conseguir todo ayer... ¿O estoy equivocada...?
     Myrnah no contestó. De golpe, parecía muy interesada en una mariposa que volaba cerca...
     Al haber menor cantidad de gente, el bullicio también era mucho menor. El director y los profesores estaban de nuevo sentados en la mesa, de frente al alumnado.
     A diferencia del día anterior, sólo se encontraban en la sala los alumnos que entrarían al primer nivel de enseñanza, acompañados de sus padres o tutores. Descubrió a Lilith Beckerby, la niña rubia de porte orgulloso, a las trillizas Muramar y a otros más. El padre de las trillizas estaba justo detrás de ellas, y cuando sus ojos se encontraron con los de Larian, el hombre le sonrió e hizo una leve inclinación de cabeza. Larian sonrió timidamente e intentó devolver el saludo, pero fue consciente que su inclinación de cabeza fue menos elegante que una danza bailada por ogros...
     Siguió observando a todos los invitados y se detuvo a mirar a los estudiantes. La mayoría eran de raza humana, pero también había mestizos, laanis, un fariano y hasta dos pequeños enanos. Pero lo que más llamó su atención fue la presencia de los miembros de dos razas que jamás había visto.
     Uno de ellos parecía un joven humano, pero su piel, impregnada de vistosas manchas rojizas, lo delataba: era uno de los Hombres del Desierto, hombres que provenían de las calurosas tierras de Septrion, lejos al norte, mas allá del Mar de Sactron. El joven estaba acompañado por otro hombre del desierto, tan parecidos entre sí que Larian supuso que serían padre e hijo. La joven se sintió intrigada por dicha presencia en la academia. Gracias a los libros, sabía que no eran muy inteligentes y sólo destacaban en un estilo de combate muy salvaje.
     La otra criatura que llamó su atención era una joven de piel color celeste, parada al fondo del salón y apoyada contra una pared. Era una morock, una raza casi perdida que habitaba mas allá del Mar Confinado. Por la forma de su rostro Larian supuso que ambas tendrían una edad similar, pero la joven le llevaba más de una cabeza de altura. Sus ojos eran de color azul intenso, al igual que su pelo, mientras que su piel visible parecía tener incrustaciones de pequeñas piedras de color azul.
     Larian se extrañó de ver una morock allí, y hasta le causó un poco de pena. La joven se encontraba completamente sola.
     –¡Buenos días...! –clamó la voz del director, que parecía más animado que el día anterior–. Para los que no han estado ayer, o no han prestado atención, mi nombre es Alhazzar Rogass y soy el director de la academia. Algunos ya sabrán que la primera pentana no está dedicada al dictado de clases. Son días que dedicaremos a recibir a los nuevos alumnos, para conocer sus capacidades y poder afinar sus orientaciones. De éste modo, podremos guiarlos hacia una de las tres ramas de estudio que ofrece la Hoja de Arce: la rama General, la rama Clerical y la rama Arcana.
     Larian contempló los pergaminos que le habían entregado el día anterior; uno tenía el listado con los elementos que iba a necesitar, y el otro tenía una breve reseña de las ramas de estudio. Aún no se hacía idea de cuál elegir, y dudaba seriamente que algún profesor encontrara en ella algún talento.
     La rama Clerical la consideró descartada. Estaba orientada a aquellos con vocación de servicio a las deidades o sus templos, y Larian supo que no se sentiría a gusto.
     La rama Arcana le interesaba como para seguir los pasos de su madre, pero jamás había dado muestras de poseer una pizca de magia, al contrario que las trillizas Muramar.
     La rama General, en cambio, le atraía por sus estudios orientados al combate... ¿Cómo se sentiría siguiendo los pasos de su padre...?
     –Y deben recordar... –la voz de Rogass sacó a Larian de su ensimismamiento–... que los alumnos tendrán clases durante cuatro de los cinco días de la pentana: los Linias, Mardin, Pardin y Verdin. Los días Dommer serán días de descanso para que los estudiantes puedan estar con sus familias o con quienes deseen. Y aquellos que estén en condiciones de salir, deberán regresar a tiempo para retomar sus clases el Linias siguiente... ¿Alguna pregunta?
     Los ojos del director se pasearon por todos los presentes, pero nadie parecía tener dudas...
     –Señor dirrector –se alzó una voz desde el fondo. Los presentes se dieron vuelta y Larian notó que la persona que había hablado era la joven de piel celeste–. Aquellos alumnos que no tengan dónde ir los días Dommer... ¿Podrrán quedarrse en la academia, o existe alguna restrricción...?
     Larian se sorprendió al notar que la voz de la joven era una voz muy baja, casi un murmullo, aunque parecía tener una leve carraspera. Por su aspecto, había imaginado su voz como algo mucho más duro, fuerte y áspero, como dos moles de piedra chocando entre sí.
     –¡Por supuesto, señorita ViejoCauce! –respondió Rogass, sonriendo–. La academia está preparada para alojar a todos, y está pensada para que los alumnos estén aquí durante la pentana entera. Aún así, deben recordar que no todos los rincones de la academia están habilitados para recibirlos.
     La morock (Larian se apresuró a memorizar su apellido) sonrió y volvió a apoyarse contra la pared. Ambos Hombres del Desierto, padre e hijo, susurraban entre sí y parecían aliviados por la noticia. Rogass, en tanto, miraba alrededor de la sala como esperando alguna otra pregunta.
     –Muy bien, ya que no hay más preguntas por hacer, los dejo en manos de la vicedirectora de la Hoja de Arce, Rizotina Bnip. Adelante, Riz.
     Rogass se sentó y se puso de pie la persona que estaba a su derecha, una laani vestida con un trajecito de colores muy chillones, de cara regordeta y amplia sonrisa. Larian la miró como una versión femenina del laani que entregaba las capas el día anterior. Soltó una risita y se tapó la boca para no ser retada por Myrnah. El resto de los profesores también estaban sentados a izquierda o derecha del director, y entre ellos descubrió a Ylandra. Cuando sus ojos se cruzaron con los de Larian, Ylandra sonrió, y la semielfa rogó en su interior que ella fuera una de sus profesoras.
      –Buenos días –dijo la chillona voz de Rizotina–. Presentaré a los profesores que tendremos éste año en la academia, y diré las materias que enseñará cada uno de ellos. Voy a empezar presentando al profesor Ritter Emerilan, que dará las materias Religiones y Clerecía. Y además se ha ofrecido para dar la materia Objetos Sagrados, debido al retiro del profesor Sorane Armuun...
     Un hombre de mediana edad, de aspecto respetuoso y severamente prolijo, se puso de pie e inclinó la cabeza en señal de saludo. Se escucharon tibios aplausos y Larian supuso que se iba a aburrir por un rato más. Había asistido a varias de las ceremonias de la academia, pero jamás se había molestado en recordar las caras y los nombres de los docentes...
     Solo prestó un poco de atención ante la hecatombe que armó la profesora de la materia Saberes, una mestiza rubia de aire distraído. La pobre volcó el contenido de su taza al ponerse de pie para saludar a los presentes. Intentó aferrarla para evitar que caiga al suelo, pero lo único que logró fue darle un golpe a la taza de Riz, que salió volando y cayó al piso con gran estruendo.
     Sonriendo torpemente, la profesora se disculpó y se sentó, abochornada, mientras Riz recobraba la compostura y Sibo arreglaba el desorden con un conjuro limpiador. Larian se mordió los nudillos para contener las carcajadas. Pero su risa se convirtió en un ahogado grito de asombro cuando el último profesor, sentado entre penumbras, se puso de pie...
     Era un drakem...
     En realidad, Larian lo había visto los años anteriores, pero siempre estaba detrás de otros profesores. Era la primera vez que lo veía en detalle, y tuvo que reconocer que jamás había visto una criatura semejante...
     A pesar de eso, su adicción a la lectura le permitió identificarlo sin margen de error. Su piel era de tono verde claro, con escamas en la zona del cuello. Sus ojos negros reflejaban una profunda calma, y sus manos tenían cuatro dedos acabados en garras. Pero lo mas impresionante eran sus alas de poderoso aspecto. Larian sabía que los drakem no podían volar, pero eran capaces de planear y de dar grandes saltos. Aún plegadas sobre sus espaldas, las alas eran algo extraordinario de ver...
     Riz lo presentó como Kedros McMariden, quien dictaría las clases de Historia y Culturas, pero también daría las clases de Diplomacia. Larian se preguntó que haría allí un profesor de esa raza... Los drakems tenían fama de ser poderosos guerreros en eterna lucha contra las fuerzas del mal...
     Cuando Kedros se sentó, se mantenían en el aire algunos murmullos sobre él, la mayoría de asombro. El drakem parecía imperturbable, pero Larian se preguntó si, en el fondo, no se sentiría incómodo al ser el centro de la atención. Ella comprendía dicha sensación, pues siempre fue el centro de comentarios desde que tiene uso de memoria. Sin saber por qué, sintió tristeza por él...
     Rizotina prosiguió con las presentaciones de los profesores. Al llegar el turno de Ylandra, una sensación de alivio se apoderó de Larian, pues la elfa resultó ser la profesora de las materias Idiomas y Artes. Viendo lo que era capaz de hacer con un bajorrelieve, supuso que aprendería mucho de ella.
     Sumergida en sus pensamientos, Larian no se dio cuenta que la gente empezaba a salir de la sala. Cuando volvió en sí, notó que la muchedumbre avanzaba por un pasillo siguiendo a Ylandra.
     –Tal vez algunos de ustedes ya conocen la academia por dentro –comenzó a decir Ylandra–. Pero una nueva recorrida por las instalaciones nunca está de más. No sería la primera vez que alguien se pierde por memorizar mal un pasillo...
     Se escucharon varias risas entre la gente que la seguía, y Larian apresuró el paso para estar cerca de ella, tirando de la mano de su tía. La elfa parecía tener un encanto especial, algo que llamaba la atención y que hacía imposible no escucharla cuando se dirigía a la gente.
     Larian era consciente que la conocía de hace apenas un día, pero la sentía tan cercana como una vieja amiga. Sería muy extraño empezar a llamarla “profesora”...


     La academia resultó mas grande de lo que parecía: Larian tardó un poco en asimilar todo lo que contemplaba. Por fuera, solo había visto una entrada adornada con bajorrelieves, pero los muros de la Hoja de Arce ocultaban un mundo en miniatura dentro de otro edificio. Lamentó no tener encima un pergamino y una pluma para anotar todo lo que veía, pero se prometió hacerlo más adelante.
     Al cabo de un tiempo llegaron al patio, y un olorcito delicioso empezó a inundar el lugar. Varios de los invitados se percataron del mismo, Ylandra incluída.
     –Con ésto terminamos el recorrido por La Hoja de Arce –interrumpió la elfa–. Y a ésta hora, creo que más de uno estará de acuerdo en acercarse al salón comedor...
     Sonriendo, invitó a la gente a pasar al edificio para almorzar y descansar. Larian intentó ubicar a los Muramar pero no tuvo éxito. Por segunda vez en años empezaba a renegar de su escasa talla...
     –¿Vamos a comer, Larian? Necesito sentarme un momento... Tanto caminar me ha destrozado los pies. Debería haber traído unas botas más cómodas... –la semielfa no podía estar más de acuerdo, y siguieron al grupo que se dirigía al comedor, donde los fueron ubicando y sirviendo.
     El olor no hacía justicia a la comida, ya que la carne con especias tenía un aspecto y un gusto excelentes. Larian se sentía famélica. Y por su manera de comer, supuso que su tía también...
     –Tía... –inquirió la pequeña en voz baja–. ¿No puedes comer mas despacio? Parece que no hubieras comido durante meses...
     –No soy yo quién tiene la nariz manchada con salsa...
     Larian tomó una servilleta y se limpió la nariz. Pero hizo de cuenta que no pasó nada y siguió atacando su plato, que estaba exquisito. La única nota discordante era que estaban solas en su mesa. La mayoría de las otras mesas estaban ocupadas por grupos numerosos, salvo la suya y otra mesa mas apartada que estaba ocupada por los habitantes del desierto. Ellos, por lo menos, tenían la compañía del director, con quién hablaban seriamente. Los Muramar no se veían por ninguna parte del salón...
     Lo que sí llamó la atención de ambas fue la tímida aparición de la morock. Apenas entró al comedor, la joven se frenó sobre sus pies, como si dudase en entrar, pero luego se dirigió a una mesa desocupada. Larian se sintió apenada por la soledad que la acompañaba, y también se sintió un poco identificada con la chica debido a la indiferencia con que las trataba la mayoría de los presentes.
     –¿Por qué no intentas hacer amistad con ella...?
     Larian posó sus ojos sobre Myrnah, incrédula.
     –¿Estás hablando en serio, tía...? No me parece que quiera hacer amigas...
     Observó a la morock en silencio, sin atreverse a tomar una decisión. Mas allá de lo que ella creía, era su aspecto lo que verdaderamente la intimidaba.
     La morock le llevaba una cabeza de altura a la mayoría de los estudiantes nuevos, y a ella aún más. Físicamente parecía muy dura, más allá de la extraña textura que caracterizaba a la piel de todos los morocks. Pero lo que más la atemorizaba era desconocer su reacción ante un saludo del tipo “¡Hola!  ¿Quieres ser mi amiga...?”
     Tras haberla escuchado, parte de su miedo había desaparecido. Pero no tenía dudas de que, si la joven lo quisiese, podría aplastar a todos los estudiantes con una mano atada a la espalda...
     –Estar apartada tal vez sea normal para ella, o para los de su raza. No conocemos a los morocks, Larian, así como la gente no conoce la historia de tus padres. Salvando las diferencias raciales, estás mirando a alguien que pasa por lo mismo que estás pasando tú...
     –Creo que no te entendí del todo...
     –Tal vez tenga aspecto intimidante... –interrumpió Myrnah, hablando lentamente–...pero eso no significa que no quiera hacer amigos...
     Larian se sorprendió por lo cierto de esas palabras, y lamentó no haberlo deducido antes.
     La morock, al igual que ella, era una extraña en ese lugar. Podía tomar eso como una señal y Larian se dijo que podía hacer el intento de hablar con la joven...
     –Está bien, voy a tratar de acercarme a ella. Pero sigo con la impresión de que quiere estar sola...
     Larian se levantó y se acercó a su mesa. La morock estaba degustando una bebida que, por su aroma, parecía jugo de manzanas...
     “Al menos, tenemos un gusto en común”, pensó Larian.
     –Hola –dijo cuando estuvo a su lado–. Tu apellido es ViejoCauce... ¿Verdad?
     La morock posó sus ojos en los de Larian, quién se sintió examinada de pies a cabeza.
     –Si –respondió–. ¿Y tú erres...?
     –Me llamo Larian. Larian OjosProfundos. Yo... me preguntaba si...
     “¿Si, qué?” se decía, temerosa de hacer el ridículo.
     Durante su niñez se sintió muy a gusto estando sola, y nunca tuvo necesidad de hacer amigas. Ahora, esa falta de práctica se estaba haciendo evidente ante los ojos de la morock...
     –¿Tú... Haces magia...? –se le ocurrió preguntar al fin. Sabía que algunos morocks eran capaces de manipular los campos mágicos, pero la joven parecía más una combatiente que una arcana...
     “Qué pregunta tonta...”, se dijo la semielfa...
     –No... –respondió la morock.
     –Y...  ¿Cual es la rama que más te gusta...?
     “Pregunta tonta número dos” se dijo Larian. Si tenía ese aspecto de combatiente, seguramente se decantaría por la Rama General...
     –Ninguna en especial, perro quierro ser una guerrerra como mis padrres.
     –Ah... –contestó Larian, sin saber qué agregar. Comenzó a exprimirse los sesos intentando decir algo agradable–. ¿Cómo...? ¿Cómo te llamas?
     –Callendy.
     –Ahora estás sola ¿Verdad?
     –Si.
     –¿Tus padres están muy lejos...?
     –No. Murrierron cuando yo erra pequeña...
     Una ola de calor recorrió el cuerpo de Larian... No debería haber preguntado por sus padres... Si en ese momento le hubieran concedido un deseo, Larian habría pedido que se la tragara la tierra...
     –Yo... Lo siento... No lo sabía...
     La semielfa estaba a punto de dar media vuelta y salir corriendo para ocultarse detrás de su tía, pero le pareció ver un leve cambio en las facciones de Callendy. La morock había suavizado su mirada y abrió la boca como para contestar, pero el salón fue interrumpido por un repentino silencio: Sibo, el mago, y un enano, también profesor de la academia, hicieron acto de presencia en el comedor.
     –Su atención, por favor –el vozarrón del enano resonó por todo el salón. Sibo consultaba un largo pergamino que sostenía en sus manos–. Pedimos disculpas por interrumpir el almuerzo. Sólo queríamos recordarles que en una hora vamos a dar inicio a la selección de ramas de estudio para todos los alumnos que se inicien éste año.
     –Les voy a pedir a los futuros estudiantes que hablen con sus padres o tutores –continuó Sibo–. Traten de no quedarse con dudas. Los alumnos que no estén seguros podrán consultar a cualquiera de los profesores durante todo el día. Estamos para ayudarlos.
     Sibo y el enano inclinaron sus cabezas en señal de saludo y se retiraron del comedor.  Larian se quedó en el lugar, pero Callendy comenzó a levantar sus pertenencias.
     –Disculpa, perro necesito prreparrarrme parra las prruebas... ¿Podemos hablarr más tarrde...?
     –¡Por supuesto! –reaccionó Larian ante el pedido de la morock–. A mi también me gustaría...
     Callendy volvió a sonreír, y se retiró. Larian volvió a la mesa dónde la aguardaba su tía, quien la esperaba con ojos expectantes.
     –¿Y...?  ¿Cómo te ha ido...?  ¿Pudieron hacerse amigas...?
     Larian repasó partes de su charla con Callendy. La morock le había caído bien, y no parecía tan cortante como le había parecido al principio. Aún así, era prematuro hacerse una opinión y se dijo que debería conocerla un poco más...
     –Creo que empezamos bien, tía... –respondió, mientras sacaba del bolsillo el pergamino con las Ramas de la academia–. Pero ahora necesito enfocarme en ésto... ¿Podrías ayudarme con las ramas de estudio? Tengo una idea de lo que quiero hacer, pero aún me siento perdida... Me gustaría seguir los pasos de mis padres, pero papá era Guerrero y mamá era una Hechicera... Y no sé cómo...
     La voz de su tía la devolvió a la realidad.
     –Larian, tus gustos giran en torno a la lectura, a la pintura y a la música. Además de hacer travesuras y otros líos –empezó rezongando Myrnah–. Creo que lo mejor que puedes hacer es hablar con los profesores. Creo que ellos podrán orientarte mejor que yo...
     –¿Estás segura...?
     –Sí. Pero no dejes que te digan qué camino tomar. Escucha todos sus consejos y orientaciones. Pero, si tomas una decisión, deberá ser tuya. Y asegúrate de que esa decisión te salga del corazón...
     –Gracias... –interrumpió una divertida Larian, mientras cruzaba los brazos–. Pero no eran necesarias las palabras empalagosas...
     –Claaaro, ahora resulta que soy una empalagosa... –respondió Myrnah, haciéndose la ofendida–. ¿Para eso me tomo tantas molestias...?
     Larian se acercó a ella y la abrazó con fuerza.
     Mas allá de las rencillas, no había nada que opacara el cariño de la semielfa hacia su tía.
     Algunas de sus actitudes le producían una exasperante necesidad de salir corriendo. Pero, a pesar de sí misma, Myrnah se había esmerado para criarla. Y Larian lo sabía. Tuvo una infancia humilde, pero jamás le faltó nada y su tía había alimentado y apoyado sus gustos artísticos. La semielfa tenía eso muy presente, y el gesto de anotarla en La Hoja de Arce había aumentado el cariño por ella. Seguiría los pasos de sus padres estudiando en el mismo lugar que ellos.
     Se sentía confiada. Y sentía que iba en la dirección correcta.
     Estudiar en La Hoja de Arce sería el primer paso hacia cosas mucho más grandes e importantes...

© Osiris Marcos Amarilla 2016


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